martes, 27 de agosto de 2013

Sobre la fe y las fracciones

Me gustaría resumir las principales ideas de lo que no hace mucho leí acerca de nuestro sistema monetario y que me llevan a pensar que todo parece idea de un grupo de dementes.


En primer lugar, desde la desaparición del patrón oro, el dinero no tiene valor objetivo:

"El dinero llamado fiduciario es el que se basa en la fe o confianza de la comunidad, es decir, que no se respalda por metales preciosos ni nada que no sea una promesa de pago por parte de la entidad emisora. Es el modelo monetario que manejamos actualmente en el mundo, y es el del dólar estadounidense, el euro y todas las otras monedas de reserva [...] Un billete actual es una clara representación de dinero fiduciario, por cuanto objetivamente considerado carece de valor" (http://es.wikipedia.org/wiki/Moneda_fiduciaria).

En segundo lugar, quiero destacar que la mayoría de nosotros tenemos la idea de que el banco presta el dinero que tiene (el dinero de sus depositarios), pero como vivimos en un sistema de reserva fraccionaria (http://es.wikipedia.org/wiki/Banca_de_reserva_fraccional) esto no es así. En realidad el banco presta el dinero que NO tiene. Yendo aún más allá, un banco se inventa (crea, si así lo prefieres) el dinero en el momento del préstamo.

Legalmente un banco sólo tiene obligación de tener una fracción del dinero que presta, de ahí el nombre de reserva fraccionaria. Esta fracción variará según la legislación de cada país, pero es normal que esté en torno al 10%. Esto significa que si un banco tiene un millón de euros, puede prestar diez millones de euros. ¿De dónde salen esos nueve millones de euros? De la nada. Son meros apuntes contables. ¿De dónde toman su valor? Del resto del dinero circulante que tenemos todos. Es decir, cada préstamo provoca inflación (la pérdida de valor de cada unidad de dinero circulante).

Quédate con la frase: "si lo haces tú es delito, pero si lo hace un banco es legal". Falsificar dinero es delito precisamente porque aumenta la cantidad de dinero en circulación, y al haber más dinero, cada unidad de éste pierde valor. Eso es un delito. Pero en el caso de los bancos es un privilegio del que disponen. La única diferencia es que, una vez hecho el balance de todos los préstamos, es el estado el que le da al botón de imprimir billetes.

Por otra parte, una vez devuelto el préstamo, dicho dinero creado ad hoc para tal crédito, debe ser retirado de la circulación.

El dinero es deuda, y la deuda es dinero. Si lo piensas, si tienes en tu bolsillo un billete de diez euros, puede que sólo un euro de los diez represente dinero real, los otros nueve representan deuda (hipotecas, préstamos). Si todo el mundo pagase sus deudas habría que retirar del mercado el 90% de billetes y monedas en circulación.

Por último, los bancos sólo crean el dinero correspondiente al capital del préstamo, no crean el dinero de los intereses que deben recibir a cambio. De modo que cada prestatario debe devolver el dinero que le prestaron más una parte del dinero que previamente ya estaba en circulación.

Si pensamos que la inmensa mayoría no tenemos dinero para comprar una casa o un coche "a tocateja" (casi todos pagamos hipoteca y préstamos), nos encontramos coexistiendo en una jungla en la que todos competimos por devolver más dinero del que una vez recibimos al concedernos un crédito. Es normal, por tanto, que siempre se produzca una transferencia neta del dinero en circulación hacia los bancos. Y también es normal que no todo el mundo pueda conseguir pagar sus préstamos, pues todos "luchamos contra todos" por los mismos recursos.

La bancarrota, el desahucio, la suspensión de pagos... son inherentes al sistema. El sistema no está hecho para que todo el mundo termine de pagar su hipoteca.

lunes, 26 de agosto de 2013

Competitividad

Hay crisis... y la única salida que encuentran nuestros sesudos dirigentes a las alarmantes cifras de paro es recortar el sueldo a los trabajadores. De momento no parece que haya funcionado, porque el paro viene aumentando incluso después de sucesivos recortes salariales. Pero desde Europa llegan nuevas directrices: sigan recortando.

¿Cuál es siempre la justificación de tales recortes? La competitividad: si los trabajadores cobran menos, el país será más competitivo.

¿Competitivo hacia qué mercado? Está claro que no hacia el mercado interno, puesto que cada trabajador que gana menos sueldo es un consumidor con menor poder adquisitivo. No vamos a ser nosotros los que podamos comprar lo que producimos. No seremos precisamente nosotros los que aumentemos la demanda de producción de bienes.

Queda claro entonces que si hemos de ser competitivos, lo seremos hacia el exterior. Estamos recortando sueldos para poder aumentar las exportaciones. Y en ese caso sólo tengo dos cosas que decir:

1º) Nos queda mucho camino por recorrer si queremos ser realmente competitivos, pues todavía los trabajadores españoles cobramos más que los chinos, hindúes, vietnamitas... Difícilmente vamos a desplazar a China de su lugar como "fábrica del mundo".

2º) ¿Es que sólo hay una variable sobre la que actuar para que la producción sea más competitiva? ¿Lo único que hay que hacer es bajar y bajar salarios?

El precio de la energía, por ejemplo, no deja de subir en España para beneficio de un puñado de grandes empresas. Las fábricas, para producir, deben tener máquinas conectadas a la red eléctrica. Las materias primas y las mercancías han de transportarse de un lugar a otro por carretera, tren o avión. Por lo tanto, los elevados precios de la electricidad y los combustibles hacen que el precio final de nuestros productos sea más alto. ¿Esto no afecta a la competitividad?

Cuando se trata de rebajar los salarios nunca les tiembla la mano. Sin embargo, ni siquiera están por la labor de realizar una auditoría energética en el país (PSOE se abstiene, PP vota que no). En nuestro país se permite alegremente que las grandes empresas energéticas se pongan todas de acuerdo al fijar los precios. A pesar de la supuesta liberalización de la energía, no existe la libre competencia en este sector en España. Estamos de hecho ante un oligopolio energético que actúa en contra del interés general. ¿Reaccionará el gobierno con igual firmeza, en aras de una mayor competitividad, en contra de estas sucias prácticas?

sábado, 24 de agosto de 2013

Cuando la luz no subía

En tiempos del "reinado" de Aznar, al señor Rodrigo Rato se le ocurrió la siguiente idea: la factura de la luz no podía subir más que el IPC.

Parece una buena idea, pero se le olvidó un detalle: las cinco mayores empresas eléctricas en España son, de facto, un oligopolio y se ponen de acuerdo para fijar el precio por Watio consumido. Como no hay libertad real de competencia, ponen el Watio tan caro como les da la gana dejando a los consumidores en situación de indefensión (algunos dicen "consumidores cautivos").

Por supuesto, a la hora de fijar el precio del Watio eléctrico, a las compañías eléctricas les da igual el IPC. De modo que existe una diferencia entre el precio real que fijan las compañías y el precio que uno paga en la factura de la luz. Y, también, por supuesto, el precio real del Watio (que puede crecer más que el IPC) siempre es mayor que el precio del Watio en la factura (que no puede ser subir más que el IPC). ¿Quién paga la diferencia? La diferencia es deuda, y la compran normalmente los bancos (porque las eléctricas no se quedan sin cobrar el precio que han establecido). Ahora bien, a los bancos hay que devolverles esta deuda, y hay que devolvérsela con intereses, no faltaba más.

Si has entendido esto, ahora sabes lo que es el déficit de tarifa, que es uno de los conceptos por los que pagas en la factura de la luz. Y espero que entiendas que, gracias a ello, el precio de la electricidad no puede hacer otra cosa que subir porque debemos luz desde los tiempos en que gobernaba Aznar (y, una vez más, por supuesto, luego llegó Zapatero y vivió feliz su legislatura sin cambiar nada). Debemos luz con intereses, y esa deuda no va a desaparecer porque sí.

Por último, aclarar que cuando digo "el precio real del Watio de electricidad" me refiero al precio que le ponen las eléctricas y no al verdadero coste que a ellas les supone la producción de cada Watio, que es mucho menor que el precio que pretenden cobrar por él.






Fraude y economía sumergida

España es un país con una economía sumergida de grandes proporciones. Si uno viaja a otros países, por ejemplo los nórdicos, se da cuenta de que el ciudadano medio tiene más que asumida la conciencia de cumplir con sus obligaciones para con la sociedad en forma de impuestos, impuestos que sostienen lo público (educación, sanidad, infraestructuras...).

En España, sin embargo, tenemos fraude por todas partes: el gran fraude (el de empresas importantes, por ejemplo), el mediano y el pequeño fraude (el del chapuzas que no declara y no te cobra el IVA). 

Este problema es endémico. Está tan arraigado en nuestro país y tan unido a nuestra idiosincracia que uno se pregunta si desempeña alguna función útil. Cabe preguntarse de hecho si los gobiernos en este país han puesto todos los medios a su alcance para combatir el fraude, a todos los niveles, con la mayor diligencia posible ¿¿¿???

Veamos, si yo fuera el gobierno, ¿me serviría de algo ser laxo y permisivo con el fraude fiscal?

A) De momento se me ocurre una gran ventaja: dado que hay personas que llevan años (puede que lustros) apuntados a la lista del paro oficial y no consiguen que nadie los llame para trabajar, es muy probable que el parado que pueda "ir tirando" (subsistir) haciendo esporádicas chapuzas sin declarar deje de preocuparse por sellar el paro ("total, no me sirve para nada y yo voy tirando como puedo"). ¡Bien, qué bien lo estamos haciendo, menos parados en las listas oficiales!

B) Una ventaja bastante más maquiavélica, por no llamarla dantesca es la percepción general sobre el fraude que brinda la economía sumergida, que nos hace a todos más permisivos: "Si yo defraudo a Hacienda cien o doscientos euros por no declarar mis chapuzas, es normal que otro que pueda defraudar millones de euros con, mayor razón, lo haga". Ya vemos como algo más normal las contabilidades B, los pagos en negro, las cuentas en Suiza sin declarar, etc. Vaya, el fraude, por pequeño que sea nos ha hecho corruptos. Ya estamos "pringados" nosotros también... "Han comprado nuestra alma" por una miseria.

C) ¿Es normal que el españolito de a pie tenga las tragaderas que tiene? ¿Es normal que te recorten sueldo, te suban impuestos, aumente el precio de la energía, te quiten tus derechos laborales, que aumente el paro, se venda la sanidad pública al mejor postor, la educación... y que la sociedad no explote y salga masivamente a la calle a protestar?

Pues a lo mejor tragamos tanto porque en realidad "vamos tirando". Puede que si nos estuviésemos muriendo literalmente de hambre no nos quedara otra que salir a la calle a luchar, pero a lo mejor el gobierno mismo hace la vista gorda con esto de la economía sumergida porque le conviene que ésta actúe como válvula de escape: "mientras yo pueda ir tirando haciendo chapuzas, ¿para qué me voy a meter en protestas ni en jaleos? Que hagan lo que les dé la gana con el país"

A lo mejor me he levantado con una forma de pensar muy retorcida, ¿pero y si tengo razón?



miércoles, 20 de febrero de 2013

"Hoy tenemos un futuro"

Lo ha dicho don Mariano en el debate sobre el estado de la nación.

Sí, un futuro... Un futuro más negro que oscuro.

No hay un solo dato objetivo que apunte hacia la recuperación: cada vez más deuda, cada vez más paro, cada vez más recesión, cada vez más cara la vida y cada vez más pobres. Y las previsiones... cada vez peores previsiones de todo. Peeeeero...

... Pero "vamos por el buen camino", el camino de cobrar menos y tener menos derechos para ser más competitivos, igualito que los chinos. Ya hasta los países vecinos en Europa nos tienen miedo porque prevén que les "robaremos" puestos de trabajo y proponen sus propias reformas para abaratar también. Es decir, que aquí en España no llega al poder nadie que cree, si acaso se roba hasta el empleo, porque en vez de apostar por un mejor modelo productivo apostamos por hacer lo mismo que el vecino pero cobrando menos y dando mayores facilidades para que el empresario nos dé la patada en el culo, así, de paso, el vecino también tiene que abaratar su empleo si quiere tener opción de recuperar los empleos perdidos y todo esto nos conduce a una espiral en la que cada vez tenemos todos (nosotros y el vecino) peores condiciones laborales. Éste es el futuro que estamos forjando para nuestros hijos (o el que están forjando mientras lo estamos permitiendo, claro). Y yo me pregunto: de aquí a que hagan efecto estas maravillosas e inteligentes reformas laborales, si es que llegan a hacerlo, ¿cuánta gente más tiene que ir al paro? ¿Cuántos desahucios más? ¿Cuántos suicidios? ¿Cuántos rebuscadores entre la basura?

He aquí es nuestro "buen camino":

El Gobierno español, por ejemplo, ha previsto recortes por valor de 39.000 millones de euros en 2013, y al mismo tiempo ha presupuestado 38.589,55 millones para pagar intereses. Lo comido por lo servido.

martes, 5 de febrero de 2013

¿Se ríe Vd. de todos en nuestra cara?

"Todo lo que se refiere a mí y que figura allí y a los compañeros del partido mío que figuran allí no es cierto  salvo alguna cosa, que es la que han publicado los medios de comunicación, o, dicho de otra manera, es total y absolutamente falso".

O sea, que todo (el contenido de los papeles de Bárcenas) es falso, aunque bueno, alguna cosa sí que es verdad. ¿Y qué cosa es cierta? Pues lo que se ha publicado en los medios de comunicación. ¿Quiere decirse que todo lo que se ha publicado en los medios de comunicación es cierto? No, hombre, por supuesto que no, ¡cómo va a ser cierto si todo es absolutamente falso!

Me pregunto: ¿por qué cojones ningún periodista le ha preguntado por la semántica de tales declaraciones que atentan contra la lógica, el sentido común e insultan nuestra inteligencia?

¿Se puede usted explicar, señor presidente? Si todo es absolutamente falso, ¿cómo es que admite usted que algunas cosas son ciertas? Y, precisamente, si todo es falso, ¿cómo puede ser que diga Vd. que "lo único" que es cierto es lo que se ha publicado en los medios de comunicación? Pero... si lo que se ha publicado es TODO (al menos todo lo que se sabe).

Las declaraciones de este señor, con rostro de cemento, son equivalentes a decir: "todo es falso, salvo todo, que es cierto, pero no os preocupéis, que todo es falso". Es un completo sin sentido.

Si yo hubiese estado en la sala, me habrían tenido que amarrar y amordazar para no preguntar: "¿Es que es Vd. idiota? ¿Acaso nos toma por idiotas a todos los demás? ¿Entiende Vd. la semántica de las frases que acaba de pronunciar Vd. mismo?"

Por favor, cliquead aquí y ved el vídeo, ¿soy yo el único que no entiende el contenido de estas declaraciones?

viernes, 25 de enero de 2013

Éste es un gran país


"Éste es un gran país, no va a hundirse bajo el mar... Pero, cuidado, en algún momento habrá que decirle a los de arriba 'hasta aquí hemos llegado'".

Jorge Verstrynge, hoy.

Digámoslo: ¡hasta aquí hemos llegado! ¿Cuánto más hay que sufrir, cuánto hay que soportar, cuándo saldremos a la calle, cuándo nos movilizaremos en masa, cuándo pararemos el país, cuándo lucharemos por -exigiremos- algo mejor?

Merece la pena luchar por algo mejor. ¡Hagámoslo!

miércoles, 23 de enero de 2013

El estado de su bienestar

Ayer me dijo un amigo: "¡cómo nos han engañado con eso del estado del bienestar, cuando en realidad se trataba del estado de su bienestar!"

Lo dijo con un ánimo resignado, como queriendo significar que aquello que nos creíamos que era la democracia en realidad nunca había sido, y las cosas en realidad eran (son y tienen que ser) como son ahora, porque no hay más remedio. Algo así como que hemos vivido en un sueño del que ahora nos toca despertar.

Sí, el estado del bienestar lo estamos perdiendo, sin duda.  Y no va a volver por sí solo. Pero yo me pregunto: ¿es que el estado del bienestar nos lo tienen que dar hecho sí o sí? ¿En caso de que otros no nos traigan el estado del bienestar, la sociedad no es nadie para luchar por él?

Tenemos una pésima educación política. Somos una cuidadanía poco comprometida. No nos implicamos en nada, no luchamos por nada, no hacemos presión para que las cosas se hagan (y se pueden hacer) de otra forma. ¿Acaso esperamos que los que, dicen, nos representan luchen y defiendan aquello que nosotros mismos no defendemos? Esto no funciona así, ellos simplemente se aprovechan de nuestra desidia para gobernar en nuestra contra.

Nos han adormecido, nos han entontecido, nos han quitado las ganas... Vivimos en la idea del "no podemos hacer nada, porque ¿qué vamos a hacer?". Y nos encontramos muy cómodos en esa posición pasiva. Mejor aguantar el chaparrón aquí quieto que luchar contra los elementos.

Es evidente que a nivel individual no se puede hacer nada, pero ahora más que nunca la sociedad debería implicarse en política, articularse, organizarse, buscar apoyos y hacer presión. Si uno no lucha, no puede ganar. Lloramos por un estado del bienestar que nosotros mismos estamos dejando escapar.

domingo, 20 de enero de 2013

Pecar por omisión

No soy una persona religiosa, sin embargo, en este punto estoy de acuerdo con la Iglesia: es posible "pecar" por omisión.

Supongo que todos convendremos que si alguien circula con su vehículo por una carretera y presencia un accidente estará en la obligación de socorrer a los heridos y avisar a los servicios de urgencias sanitarias. No vale aquí lavar la propia conciencia (como Pilatos lavó sus manos) si uno mira para otro lado y pasa de largo sin ayudar simplemente porque no haya tenido ninguna culpa en el dramático siniestro. Aunque uno no cause el mal, tiene la obligación ética y moral de mitigarlo, pues de no hacerlo, lo estaría consintiendo, y consentir el mal no es ético, ni de buenas personas, ni de buenos ciudadanos.

En el mundo se dan numerosos problemas e injusticias de envergadura frente a los cuales miramos sistemáticamente para otro lado. Generalmente nos consolamos diciendo: "nosotros no podemos hacer nada" o "esto es trabajo para los gobiernos". Pero curiosamente "nosotros" votamos una y otra vez a los mismos "gobiernos" sin tener en cuenta que jamás solucionan este tipo de problemas.

Generalmente, uno cree de sí mismo que es buena persona porque "¿a quién le hago daño yo?" Sí, nos conformamos con suponer que no provocamos el daño (que muchas veces es mucho suponer) y no actuamos frente a las injusticias que otros provocan. No nos movilizamos, no salimos a la calle, no recogemos firmas... No luchamos por solucionar los problemas. Eso sí: "yo tengo mi conciencia tranquila porque no he hecho nada malo".

Hace escasos días conversando con un amigo sobre las injusticias perpetradas en esta crisis (recortes de sueldo, despidos masivos, desolojos forzosos, abusos de los bancos, corruptelas diversas...) planteé un ejemplo para hacer ver que nosotros, la ciudadanía, tenemos nuestra parte de culpa en este asunto porque continuamente vemos lo que le están haciendo a nuestro vecino y no movemos un dedo para tratar de revertir las situaciones injustas:

"Si yo voy por la calle y veo que tres tipos le están propinando una paliza a un inocente transeúnte tengo la opción de pedir ayuda a la policía o pasar de largo mirando para otro lado. Si paso de largo, ¿pensarías de mí que soy buena persona aunque yo no sea el culpable del mal que está causando la paliza?"

Mi amigo respondió lo siguiente: 

"Ese ejemplo no es bueno, porque el sistema es tal que si llamas a la policía estarás haciendo lo mismo que si miras para otro lado, porque al final la policía tampoco viene a socorrer a nadie ni a meter a los malos en la cárcel" (podía estar refiriéndose a la indefensión jurídica que tienen las víctimas de los abusos en este país).

De acuerdo, es un mal ejemplo. "La policía no vendrá". Pero es que no soy yo solo el que camina por la calle. Por esa calle caminan cientos de personas que miran para otro lado (la sociedad entera está al tanto de las injusticias que ocurren y no actúa contra ellas). Si nos uniésemos, podríamos agarrar a esos pocos desalmados camorristas y separarlos de la víctima para librarla de la brutal paliza, pero no lo hacemos. ¿De verdad somos tan buenos como pensamos?

Como colofón final, una reflexión sobre "el daño que no hacemos". Puede que nos creamos excelentes ciudadanos simplemente porque pensamos no causamos mal a nadie, pero puede también que únicamente con un acto tan inocente como comprar un balón de fútbol "made in India" estemos apoyando con nuestro dinero a una empresa que se vale del trabajo infantil para fabricar sus productos más baratos. Nuestros inocentes actos cotidianos tienen una intrincada trama de causas y consecuencias, y, sin embargo, sistemáticamente nos negamos a saber sobre sus orígenes... Por la ley de la oferta y la demanda, el fabricante a quien le compramos dicho balón "made in India" seguirá utilizando el trabajo de niños semi-esclavos (precisamente porque nosotros lo compramos) y, probablemente, la competencia, para poder vender igual de barato, se irá de países como el nuestro, donde las condiciones del trabajador son mejores y tenderá a establecer sus industrias en países donde las condiciones para los trabajadores sean tan malas como las de los niños semi-esclavos. Y por esa regla de tres nos iremos quedando sin trabajo aquí, y para que las empresas vuelvan a estar interesadas en contratarnos, tendremos que rebajar nuestros sueldos y condiciones laborales, pues si no, "no seremos competitivos". Y todo esto por comprar un simple balón sin preguntarnos de dónde viene. ¿Cuantas injusticias de este tipo podremos estar apoyando a lo largo de nuestras vidas sin siquiera querer darnos por enterados?

domingo, 13 de enero de 2013

Desequilibrios

Hay un documental televisivo muy bueno sobre una organización que lucha por erradicar el trabajo infantil. Actúan siempre que pueden y tratan de rehabilitar a los niños que han sufrido experiencias muy traumáticas en unas condiciones de trabajo inhumanas.

Hay niños que jamás volverán a ser como antes. Algunos de ellos cuentan la experiencia de ver, literalmente, caerse de sueño a sus compañeros en hornos de fundición o en máquinas que acabaron con sus vidas.

Estas cosas pasan en el mundo. Ocurren a diario mientras nosotros decidimos mirar para otro lado. ¿Acaso no tenemos la obligación ética y moral de luchar por la erradicación de estas abominaciones?

Hace unos meses, en una conversación salió el tema del trabajo infantil y yo comenté más o menos lo que escribo aquí sobre dicho documental.

"Los desequilibrios que hay en el mundo... Pero si no hubiera esos desequilibrios nosotros no podríamos vivir así". Ésta fue la respuesta que recibí de uno de los contertulios. La única respuesta.

El ser humano tiene una facilidad enorme para justificar las mayores aberraciones. ¿Vivir así? ¿Qué quiere decir vivir así? ¿Vivir en manos de banqueros y políticos corruptos? No, supongo que se referiría a tener DVD, Blue Ray, videoconsola, ordenador y smartphone.

¿Pues saben ustedes qué? Si para que yo pueda cambiar de teléfono móvil cada año otras personas tienen que vivir en condiciones de pobreza extrema, esclavitud, ausencia de higiene, indefensión ante enfermedades erradicadas en el primer mundo hace décadas, analfabetismo, abusos, violaciones, etc., etc., etc... yo no quiero ni necesito "vivir así". Me conformaría con que todos pudiésemos vivir dignamente, que todos tuviésemos un techo, comida suficiente, un trabajo digno y tiempo libre para disfrutar de la familia , amigos y demás relaciones personales, así como para leer, aprender, cultivarnos y crecer como personas.

Y, por último, "vivir así" es algo que tiene fecha de caducidad precisamente porque es más barato producir todos esos bienes de consumo que compramos para "vivir así" cuando las personas que los producen no pueden "vivir así". Sencillamente por la ley de la oferta y la demanda, los sueldos y condiciones laborales se igualarán a la baja en un mundo globalizado. Si compras productos fabricados en ciertas condiciones, no te sorprendas de que te impongan esas mismas condiciones a ti.

Todo iría mucho mejor para todos si simplemente hiciéramos todos lo que es correcto y no lo que es más barato o aporta mayor beneficio económico.

jueves, 10 de enero de 2013

En un supermercado cualquiera

Hace no muchas semanas me enteré de que la hermana de alguien conocido había sido despedida de su trabajo en una famosa cadena de supermercados. El motivo no fue esta vez la crisis, sino la lejía.

A los trabajadores de éste (y supongo que de otros) supermercados se les pide que viertan lejía sobre los alimentos antes de tirarlos en el contenedor de basura cuando están caducados o tienen algún desperfecto que hace imposible su venta. Algunos empleados se niegan a hacerlo, y los que lo hacen son automáticamente despedidos. Aquí no hay objeción de conciencia posible.

Parece que los supermercados no quieren que la gente coja la comida del contenedor de la basura, no vaya a ser que esto les reste cuota de mercado. No es muy razonable pensar que alguien que se ve abocado a coger habitualmente comida de la basura, en caso de no poder cogerla de ahí sea obligado por fin (¡POR FIN!) a comprar la comida en el supermercado. Si no hay dinero, no hay dinero.

Puede que los supermercados piensen que un cierto porcentaje de la población que come de la basura tenga en realidad algo de dinero (poco) que prefiera utilizar en otra cosa, ¿pero es realmente la solución estropear intencionadamente los alimentos antes de desecharlos?

A mí ya me parece mal tirar la comida a la basura, aún sin estropearla deliberadamente, sabiendo que hay gente que la coge (incluso en condiciones tan antihigiénicas). Es degradante propiciar que otros seres humanos se alimenten de entre nuestros despojos.

La comida no se tira. Lo que deberían hacer los supermercados es dejarla donde quien la necesitase de verdad la pudiese coger sin tener que nadar entre la porquería. Pero entonces, evidentemente, podría haber quienes quisiesen aprovecharse. Algunos potenciales clientes del supermercado a los que no les importase demasiado la fecha de caducidad cogerían comida gratis sin gastar su preciosa guita en el comercio. La solución sería pactar con Cáritas, los bancos de alimentos o cualquier asociación que recogiese la comida y la repartiera entre los necesitados: quien va a pedir comida a Cáritas no tiene para comprarla en el supermercado, así que esta opción no perjudicaría a las grandes superficies.

Es obsceno y de una falta total de humanidad, de un egoísmo atroz, de gran mezquindad... dejar morir de hambre a personas que necesitan comer mientras hay comida para tirar.

También resulta irónico, por otra parte, que las grandes superficies, que controlan los oligopolios de circulación de alimentos, sean en parte causantes de la crisis que vivimos por inflar el precio de la comida (a los productores -granjeros, ganaderos, agricultores-  les llega una ridícula parte del precio final del producto). Empobrecen al productor, empobrecen al consumidor (obligado a pagar altos precios), pero les molesta ver rebuscar en su basura a las víctimas esta forma de actuar. Mira que es desagradable.

Una herramienta del Estado

Hoy he visto en un programa de televisión una discusión sobre el caso de un policía que hacía objeción de conciencia frente a la participación en deshaucios inmobiliarios. Una de las personas que intervino en la discusión dijo textualmente: "tú sólo eres una herramienta del Estado. tienes que hacer tu trabajo y punto, sin conciencia".

Aquello me evocó los experimentos en los que se hacía creer a personas que eran contratadas para trabajar no recuerdo si en cárceles o sanatorios mentales. En esos experimentos, los sujetos de estudio pensaban que a los internos se les aplicaban descargas eléctricas como castigo ante determinados comportamientos. Cuando un superior daba la orden de llevar a cabo este tipo de castigos, dicha orden era obedecida a rajatabla, por muy fuerte que gritase el actor que hacía de interno, por mucho dolor que fingiese. Si se daba la orden de aumentar la intensidad de las corrientes, se obedecía igualmente.

Al acabar el experimento sociológico, los sujetos del mismo decían que a ellos no les parecía bien el castigo, que si fuese por ellos, no se habría aplicado, pero que lo habían llevado a la práctica porque era una orden de un superior y había que respetar la autoridad.

A veces, en nombre de la autoridad, podemos estar cometiendo las mayores atrocidades sin el mínimo resquemor de conciencia. ¿Son siempre justas las autoridades? ¿Ley y justicia son siempre equivalentes? ¿Es que no hay que hacer siempre lo correcto?

"Una herramienta del estado, sin conciencia". Me pregunto si eran precisamente eso todos los militares, científicos, experimentadores, etc. que participaron en cada uno de los horrores que los nazis llevaron a cabo contra los judíos en el gran holocausto.

martes, 8 de enero de 2013

Si arriesgas tu dinero tienes todo el derecho

Hace unos meses coincidí en un evento con unas personas anteriormente desconocidas para mí. Algunas de estas personas eran periodistas de profesión. No sé muy bien cómo salió el tema de conversación de la telebasura y de las cosas a las que obligan a veces a los reporteros para alimentar el morbo (y con ello las audiencias). De repente alguien dijo: "no sé cómo podéis hablar así. ¿Por qué les echáis la culpa a las cadenas de televisión? Las cadenas arriesgan su dinero y tienen todo el derecho a hacer lo que sea mientras la sociedad se lo permita. Es la gente, que consume esos programas, la que tiene la culpa.".

Yo, que no había intervenido en la conversación hasta entonces no pude contenerme. ¿Todo el derecho? El hecho de arriesgar capital no me exime de ninguna responsabilidad. Nadie obliga a nadie a invertir ni a arriesgar. Cada cual debe asumir sus propios riesgos e, independiente de ellos, hacerse cargo de sus responsabilidades.

Sin querer entrar en la campaña de desinformación que vivimos en nuestros días (conviene tener a una ciudadanía ignorante y dócil en tiempos de crisis), la información es un derecho de la sociedad. Un derecho, sí. Y las cadenas de televisión deberían tener obligaciones con respecto a ese derecho. No deberían poder atentar tan gratuitamente contra mi (nuestro) derecho a la información.

No hubo quien bajara del burro a esta persona. Sin embargo, yo tengo algo más que decir. Esta idea de que el mero hecho de arriesgar mi dinero me da derecho a todo está en la base de nuestro actual sistema. Un sistema deshumanizado en el que todos tenemos un precio y en el que da igual dejar sin hogar o sin empleo a cientos de personas, arruinar los recursos naturales de lejanos países donde las legislaciones al respecto son más laxas, o ahorrarse dinero en mano de obra adulta de países supuestamente desarrollados cuando se puede tener niños como obreros (semi-esclavos) en la India. Todo sea por ganar aún más dinero.

Imaginemos un ejemplo extremo: supongamos que el carnicero de mi barrio vende carne humana en su exquisita carnicería. Supongamos también que tiene una buena clientela sabedora del origen del producto que consume. ¿Podríamos argumentar que el carnicero no tiene culpa alguna? ¿Toda la culpa en este asunto es de la gente, que compra la carne humana? ¿Tiene el carnicero derecho a vender lo que sea, en este caso carne humana, sólo porque la gente la consume?

Si las cadenas de televisión tienen derecho a "hacer lo que sea" porque "arriesgan su dinero", también arriesga su dinero el señor narcotraficante, o el tratante de blancas (y en ambos casos hay clientela dispuesta a comprar sus productos).

Sí, los televidentes tienen gran parte de la culpa de que los atiborren de telebasura. Evidentemente si yo consumo ese producto, yo tengo mi parte de culpa, eso es innegable. Pero si lo vendo, no puedo pretender evadirme de mi responsabilidad diciendo que toda la culpa es del que lo compra. Las cadenas de televisión son responsables de la telebasura que emiten, incluso cuando la gente la consume voluntariamente, pues podrían tener principios y elegir menores audiencias y mayor calidad de información. Pero eso sería hacerlo bien.

lunes, 7 de enero de 2013

Paradojas

Dicen los entendidos que la actual crisis económica y financiera arroja cifras iguales o peores que las del famoso Crack del 29. Sin embargo, se da la paradoja de que en aquel entonces eran los ricos los que se lanzaban al vacío por las ventanas de sus altos edificios de oficinas, mientras que hoy son los pobres quienes se prenden fuego, se ahorcan o se dan un tiro en la sien por no estar dispuestos a seguir soportando una vida aún más miserable, por perder empleo, techo, derecho a la sanidad. familia, relaciones...

Y es que ahora las crisis económicas son cíclicas, y un excelente momento para recortar gastos y aumentar beneficios. Conviene pues, a algunos, que haya de estas crisis.

También en la crisis del 29 se dio la paradoja de que un economista afín a la ideología de la derecha propuso gravar a las grandes fortunas con impuestos del 90%. Keynes aplicó el sentido común: sacar el dinero de donde lo hay. Las grandes fortunas aceptaron la traumática medicina para su mal, pues comprendieron que no había otra para salir del escollo.

En cambio hoy, un gobierno que se llama a sí mismo de izquierdas hace algo parecido a lo que propuso Keynes. Francia pretende gravar las grandes fortunas con un impuesto del 75%. Ésta es la razón para que los Gérard Depardieu renuncien a la nacionalidad francesa y abracen la nacionalidad rusa, pues en aquel país de Europa Oriental pagan sólo un 13%. También encuentro paradójíco, por cierto, que sea precisamente Rusia, que fuera por tantas décadas el gran bastión del comunismo, la que acoge ahora a estos adinerados nuevos cuidadanos.

Pero hay otra paradoja: si miramos hacia los orígenes de esta crisis, la especulación sin medida es una de sus principales causas. El trabajador de clase media-baja o baja, poco dinero tiene para especular, mientras que las grandes fortunas, como las de Monsieur Depardieu, han podido dedicar ingentes cantidades a inversiones especulativas. Desconozco si es el caso concreto del amigo Gérard, no sé nada de sus cuentas, pero la paradoja está en que, visto así, las pequeñísimas economías familiares poco han podido colaborar en la gestación de esta crisis, mientras que los grandes adinerados tenían dinero de sobra para especular y alimentar el desastre económico que al final se ha desatado. Precisamente estas grandes fortunas son las que más facilidad tienen ahora para evadir impuestos. Si no quieren pagar acá, se van sin problemas acullá, donde los impuestos son mucho más bajos. Si cunde el ejemplo, y los que tienen el dinero optan todos por desertar, al final, paradójicamente, no habrá más remedio que hacer pagar todas las consecuencias de la crisis a quienes que no tuvieron capacidad para generarla.

De una u otra forma, los grandes culpables de esta debacle saldrán de rositas. Mientras que los grandes perjudicados serán, además, los más castigados por las medidas de contención. ¿No os parece bastante injusto? ¿Es que no habría que hacer algo?

Derecho al delirio

¿Qué tal si deliramos por un ratito?
¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible?
El aire estará limpio de todo veneno que no provenga de los miedos humanos y de las humanas pasiones.
En las calles los automóviles serán aplastados por los perros.
La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado, ni será tampoco mirada por el televisor.
El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas.
Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir no más, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega.
En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar sino los que quieran cumplirlo.
Nadie vivirá para trabajar pero todos trabajaremos para vivir.
Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.
Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.
Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.
La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo.
La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero.
La comida no será una mercancía ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos.
Nadie morirá de hambre porque nadie morirá de indigestión.
Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura porque no habrá niños de la calle.
Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla y la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.
La justicia y la libertad, hermanas siamesas, condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.
En Argentina las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las tablas de Moisés y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo.
La Iglesia también dictará otro mandamiento que se le había olvidado a Dios, “amarás a la Naturaleza de la que formas parte”.
Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma.
Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados porque ellos se desesperaron de tanto esperar y ellos se perdieron por tanto buscar.
Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de belleza y voluntad de justicia, hayan nacido cuando hayan nacido y hayan vivido donde hayan vivido, sin que importe ni un poquito las fronteras del mapa ni del tiempo.
Seremos imperfectos porque la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses.
Pero en este mundo, en este mundo chambón y jodido seremos capaces de vivir cada día como si fuera el primero y cada noche como si fuera la última.

EDUARDO GALEANO – extracto de “EL DERECHO AL DELIRIO”

martes, 1 de enero de 2013

Curiosidades del lenguaje

Algunos expertos van contra corriente (contra la corriente ortodoxa neoliberal). Aseguran que existe un concepto, el de deuda odiosa, según el cual los países endeudados están legitimados para no pagar su deuda, ya que ésta se contrajo (a sabiendas) en contra de los intereses del pueblo. Muchos de estos expertos aseguran no ya que no se debería pagar esta deuda, sino que es que no podemos pagarla: por más recortes que hacemos, por más privatizaciones, por más patrimonio público que se dilapida, no logramos pagar ni los intereses generados.

Otros expertos, sin embargo, en cuanto se les menciona la posibilidad de dejar de pagar la deuda aducen: "eso es imposible, si no pagamos la deuda nadie nos volverá a conceder créditos".

Nótese el matiz lingüístico: deuda=concepto negativo, crédito=concepto positivo. ¿Pero es que no es lo mismo? ¿Acaso cuando a uno le conceden un crédito no está en realidad contrayendo una deuda? ¿De dónde se creen que ha surgido nuestra deuda, nos ha caído del cielo? Estamos hartos de oír que nos hemos endeudado por pedir créditos "por encima de nuestras posibilidades", ¿y pretenden seguir pidiendo créditos?

Comprendo que no pagar la deuda conllevaría un escenario traumático, muy traumático. Seguramente tendríamos que salir del euro. Nuestra moneda se devaluaría. Debido al escaso valor de nuestro dinero no podríamos comprar nada de fuera (cero importaciones). Por lo que estaríamos obligados a producir todo lo necesario aquí... Un momento, ¿producir aquí? Habría entonces que reconstruir la infraestructura industrial, porque ahora mismo casi no nos quedan industrias. Y en esas industrias reconstruidas habría que dar trabajo a la gente de aquí, pues si seguimos con seis millones de parados en este país será imposible producir aquí todo lo que nos haga falta.

No, mejor nos quedamos como estamos. Paguemos la deuda, sigamos perdiendo tejido industrial y dejando a más trabajadores en el paro. Ya se apañará la gente con la comida que encuentre en la basura.

Resistencia al cambio

Dicen que las personas se resisten al cambio. Yo no estoy totalmente de acuerdo con eso. Más bien las personas se resisten a esforzarse para conseguir el cambio.

Veamos: podríamos conseguir un cambio muy positivo para la sociedad. Si todos juntos luchásemos por lo que es de justicia conseguiríamos mejorar las vidas de la mayoría, y sin embargo no lo hacemos. ¿Por qué? Porque es costoso, hay que luchar, implicarse, protestar, organizarse, invertir esfuerzo y energía...

Sin embargo, cada día asistimos a cambios contra los que no nos rebelamos en absoluto: cada vez más precariedad laboral, más familias bajo el umbral de la pobreza, más gente rebuscando comida en los contenedores de basura, más desahuciados sin techo por leyes hipotecarias injustas... ¿nos resistimos a ese cambio tan negativo? No. ¿Por qué? Por dos razones fundamentales: primero porque es un cambio muy gradual. Los de arriba no nos han empobrecido de golpe, sino que están haciéndolo poco a poco, para que nos habituemos (y lo peor es que nos gusta habituarnos). Segundo (lo mejor de todo) porque para que este cambio nefasto se lleve a cabo nosotros no tenemos que poner de nuestra parte, no debemos hacer nada, tan sólo dejar hacer a los de arriba e ir cada uno a su bola (que es lo que nos mola). Hecho. Este cambio sí que será todo un éxito. ¡Somos tan predecibles y tan fáciles de manejar!

"Todo lo que hay que conseguir para que triunfe la maldad es que los hombres buenos no hagan nada". Seguid sin hacer nada entonces, ciudadanos.